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dijous, 29 de maig del 2014

La joven Europa y los albores del arte.

Grabado de Xaro Bonilla


        La joven Europa había llegado a una exposición de grabados de arte contemporáneo, por recomendación de una amiga, las obras le interesaron enseguida, una especialmente le llamó la atención, se llamaba “Diálogos” y era de Xaro Bonilla, una artista de la Safor.

La obra le gustó de inmediato y se detuvo observándola, intentando entender el mensaje del artista. Sin saber cómo o por desvío profesional, comenzó a meditar sobre las implicaciones que podía tener en su visión personal del arte. Entró en un breve pero fecundo “trance interpretativo”.

Se desprendía una especie de proceso de fusión creativa, había una energía positiva, matizada con un toque de exotismo y un aire de fiesta general. Para ella era todo un encuentro con África. Puede que fuera por la técnica de grabado en semitinta, a la manera negra, o por los rasgos mismos del personaje central, o por el propio diseño que le recordaba el arte “naif”. El conjunto le pareció encantador lejos de toda sofisticación o clasicismo.

Le gustaba este grabado porque también le recordaba los inicios del arte en la Prehistoria. Le parecía interesante la relación entre el arte actual y el arte rupestre, o de este con el arte primitivo de otros continentes, como el de los aborígenes australianos. Le fascinaba el arte rupestre porque con poco expresaba lo esencial de la vida.

Europa era profesora de artes plásticas y años atrás  había investigado llegando a la conclusión que en los tiempos prehistóricos estaba todo por hacer e inventar, el arte era la vida misma en toda su amplitud. Su propio nombre no existía como  tampoco existe en gran parte de las sociedades tradicionales actuales. Estaba segura que no surgía de la nada y que estaba relacionado con el mundo circundante. Eran esos tiempos difíciles para la vida, donde gran parte de las actividades estaban relacionadas con la lucha por la supervivencia pero esos hombres habían restado parte de su tiempo y energía en preocupaciones sagradas, mágicas y mitológicas y quizá también creativas, estéticas y narrativas.

Qué difícil era interpretar el arte rupestre privado de un contexto vivencial, cultural y religioso donde se creaba. De compararlo y entenderlo, como hacemos nosotros con el arte en general. Se debía buscar su origen en otro lugar.  Recordó lo que decía su amigo Pablo, que también era arqueólogo :  “… para los prehistóricos la cosa era más fácil de lo que parecía pues no diferenciaban tanto los conceptos como lo hacemos nosotros”. Le gustaba su punto de vista porque era innovador y diferente al suyo. Su hipótesis era que el arte tenía su origen en actividades relacionadas con la creación de herramientas de piedras.

Al principio de la humanidad, cuando los hombres creaban los primeros útiles en piedras talladas, como los bifaces, buscaban a veces algo más aparte de su funcionalidad, agregaban o sobreañadían otra intención al objeto, de tipo estético u otro cuyo sentido se nos escapa. Este es el punto clave. El resultado se manifestó en la geometría de la pieza o en la elección de ciertas piedras con colores bonitos o características especiales.

Esta importante idea sedujo a Europa. Cuándo los artistas prehistóricos comenzaron a pintar, grabar y esculpir en las paredes y techos de las cuevas y abrigos, o en pequeños objetos como en piedras, huesos o marfiles, ya tenían un cierto sentido artístico y técnico y  pudieron llegar a un alto grado de realismo y perfección: el ejemplo lo encontraba en las pinturas y grabados de las cuevas de Altamira o de Lascaux y Chauvet en Francia.

Europa, satisfecha por el viaje recorrido, continuó la visita y al acabar de observar el conjunto, salió de la cueva, ups perdón, de la exposición, alegre para el resto del día, totalmente en armonía con sus orígenes.

Gonzalo Ortega
Taller de creación Literaria
Visita a la exposición "Cinco tórculos"
Sala Coll Alas