En esta pàgina anirem publicant els textos elaborats en el Taller d'Escriptura Creativa, que la UPG ha recuperat enguany. El monitor del curs, Antonio Trijueque, anirà seleccionant els poemes, relats, teatre o qualsevol altre tipus de text que els alumnes del taller aporten. Esperem anant ampliant els aficionats a la literatura, perquè esta pàgina vaja creixent i convertint-se en un espai de trobada, una finestra de comunicació per a compartir l'amor a la lectura i a l'escriptura.
TELÉFONO MÓVIL.
Esta noche
te veré en la
tempestad de
mi silencio.
Que se congratula
de verte en un
marco incomparable
y confeso de mis
sílabas en forma
de unidades
didácticas de emoción.
Saco la calculadora
de tu amor distante,
donde el sol ruge
y el mar cruje mi
desolación en el siempre
eterno edredón sin
mirar y sin perdón.
Donde las lunas recogen,
el amor con que
germinas mi esperanza
hecha trizas.
Recuerdo tus caricias,
tus serenatas, tus historias
vanas donde el señor
que el tiempo amaina,
en el deambular de un
verso que se muere.
En un celular ficticio
de mi camisón de cuna,
en el ahogado grito
de un gorrión en paro
que hace travesuras
sin cuidado de llorar
esta vez a la luna.
Beatriz Martín Navarro.
DECIDIMOS IRNOS AL RIO
Decidimos
irnos al río. Era invierno y el cauce estaba seco y lleno de cañas. Tan solo un
pequeño charco con agua estancada.
El día antes
me habían contratado de conductora para el tren, empezaría la próxima semana.
Iba a ser una forma de romper con esta etapa en la que más que viva estaba
dormida y los monstruos se agolpaban a mi puerta.
Lo que no
pude entender es como iba a llevar el tren si no sé ni conducir. Entonces
recordé que había sido un sueño. Decidí aprender a conducir.
Estuvimos un rato en el río caminando por las piedras. Había
un chico con un perro blanco grande. El perro corría entre las piedras
persiguiendo a los pájaros y así me sentía yo, agotada de buscar y buscar
mientras todo salía volando.
Vanesa Fuster
TODO EMPEZÓ UNA MAÑANA CLARA DE PRIMAVERA
Inspiradora, transmitía vitalidad. Anunciaba días soleados, temperaturas
cálidas, y Ana se sintió renacer. Plena, era tiempo de renovarse. Cambiar su vida, sacudirle el polvo. Sin embargo comenzaron
a invadir amenazadores cúmulos grises en el cielo despejado, hasta cubrirlo
enteramente. Y desde la oscuridad, de pronto sobrevino una lluvia torrencial. Entonces
así, sin más, ella cambió sus planes para la próxima primavera… quizás.
Isabel Cavadini
EL DÍA QUE SALÍ A LA CALLE.
Todo empezó una mañana clara de primavera, las nubes se juntaban haciendo formas obtusas, el sol me daba en el rostro como si fuera una parte de mi risa, todo calentaba y mis ojos apenas podían abrirse. Ya estaba en la calle, mi primer día ahí después de muchos meses de la larga enfermedad que me había tenido sumida en este estado durante dos largos años. Los segundos parecían horas y las horas se posaban como losas en mi corazón.
Lo recuerdo todo, casi sin poder levantarme, día tras día, sin ganas de hacer nada, ni una simple cama. Todo me parecía un mundo lejano, como subir al espacio en bicicleta; apenas imposible; pero lo imposible se había hecho realidad. Estaba allí ahora mismo, después de la depresión más larga de mi vida, que me había tenido completamente sumida: algo que no hubiera quería vivir pero que sin embargo formaba ya parte de mi misma.
Bueno, abrí los ojos a la luz del día. Me dispuse a andar, y vi que el parque estaba lleno de pajaritos que se arremolinaban cerca de un banco del parque. Un señor mayor les estaba dando migas de pan. Ese dato curioso me hizo pararme y contemplar la vista. Todo era hermoso.Sus ojos grises se camuflaban en el ambiente. Yo proseguí mi marcha, todo indicaba que algo más me sorprendería a cada paso que diera. Me sentía como un pez fuera de su pecera, y aunque flotaba como si no supiera nadar, seguía allí, sumergida en este líquido maravilloso que era la calle, cerca de mi piso de soltera que antes compartía con una pareja en una relación conflictiva. Todo eso me había llevado a esta nueva situación. Aunque él ya no estaba, me había dejado una semilla negra en mi cerebro, tan negra como el carbón. Sus ojos parecían mirarme mientras yo solo miraba a la calle que se trasformaba en un sendero grande y largo, donde yo parecía levitar como un fantasma. Las personas que allí se encontraban me llamaban por mi nombre. Yo apenas podía escucharles y menos seguir una conversación. Los medicamentos, durante estos años habían hecho mella en mí, pero por fin había salido a la calle.
Después de permanecer allí un rato contemplando las flores, los árboles curiosos parecieron mirarme a mí y saludarme. No vi a nadie conocido, al menos nadie por el que me apeteciera pararme a saludar.
Mis ojos eran de un negro intenso, como las botas que llevaba y el nuevo vestido que me había traído mi madre cuando salió de compras, sin mi, el día anterior. Nada encontraba bien por primera vez en mi vida. Todo había pasado en un segundo, así que me dispuse a volver a donde era mi guarida después de tantos años.
Tomé el pomo de la puerta. Estaba frio, tan frio como yo. Tenía alegría dentro de mi corazón por ver que empezaba una nueva etapa; sin medicaciones. Tenía que aceptar esta nueva vida. Era fácil de hacerlo, todo me llevaba a ello. Cogí el pomo de la puerta, metí la llave y volví a entrar a mi casa.
Ya dentro me vinieron miles de imágenes de la calle e intermitentes destellos de ideas; de qué hacer el próximo día. Me llegaban ideas de impotencia. Mañana no podrás conseguir salir. Así repetidamente. Yo no sabía qué pasaría mañana, pero el sonido del violín de un músico callejero recorría también mi pensamiento. Quién sabe, quizás volvería a volver a abrir esa puerta.
Beatriz Martín Navarro.
07/12/2019
DULCE LUNA Y DULCE PLATA.
Mi verbo
está dormido,
y lo agito y recojo
como el mar
de tus oficios.
Soy puta de profesión
y alemana por mi
fiereza y mis ojos
serpentean el sabor
de una sirena.
.
En el norte de tu
cama en el sur
de mi inconsciente,
borracha de amor
he perdido las bragas
y me pongo un tanga
de emoción cuando
veo tus miradas.
.
Soy noche astuta
felina, sin mácula
trasporto mis mariposas
hacia el norte de
tu cama en el sur
de una inconsciente
que pide dinero y
esperanza para tener
un trabajo digno.
Sin peligrar su persona
y es que esta chica
delgada, flaca de profesión
impresionista y tirana
es mi nombre pues
emoción de una pequeña
gitana que leo las
cartas de ayer para
ganarme unas palabras,
que repito con cincel
dulce luna y dulce plata.
.
Beatriz Martín Navarro.
PAPEL FINO.
Recreo tu
lenguaje, tu rubor,
tu epitafio,
solo en un mar
de lágrimas negras.
.
Recreo tu
sabor como el olor
que se mezcla.
En el sabor de tu
famosa espera.
.
Recreo tu
calor pues tu
sangre que se espesa.
Trae gotas de viento
en mi sabrosa espera.
.
Recreo tu
Calendario hecho
trizas en el selvático,
lugar donde conquiste
mi sonrisa.
En la caída que recrea
la noche de los que nacen
vivos y estrangula mi alma
en un papel fino.
Beatriz Martín Navarro.
Isabel Cavadini
EL DÍA QUE SALÍ A LA CALLE.
Todo empezó una mañana clara de primavera, las nubes se juntaban haciendo formas obtusas, el sol me daba en el rostro como si fuera una parte de mi risa, todo calentaba y mis ojos apenas podían abrirse. Ya estaba en la calle, mi primer día ahí después de muchos meses de la larga enfermedad que me había tenido sumida en este estado durante dos largos años. Los segundos parecían horas y las horas se posaban como losas en mi corazón.
Lo recuerdo todo, casi sin poder levantarme, día tras día, sin ganas de hacer nada, ni una simple cama. Todo me parecía un mundo lejano, como subir al espacio en bicicleta; apenas imposible; pero lo imposible se había hecho realidad. Estaba allí ahora mismo, después de la depresión más larga de mi vida, que me había tenido completamente sumida: algo que no hubiera quería vivir pero que sin embargo formaba ya parte de mi misma.
Bueno, abrí los ojos a la luz del día. Me dispuse a andar, y vi que el parque estaba lleno de pajaritos que se arremolinaban cerca de un banco del parque. Un señor mayor les estaba dando migas de pan. Ese dato curioso me hizo pararme y contemplar la vista. Todo era hermoso.Sus ojos grises se camuflaban en el ambiente. Yo proseguí mi marcha, todo indicaba que algo más me sorprendería a cada paso que diera. Me sentía como un pez fuera de su pecera, y aunque flotaba como si no supiera nadar, seguía allí, sumergida en este líquido maravilloso que era la calle, cerca de mi piso de soltera que antes compartía con una pareja en una relación conflictiva. Todo eso me había llevado a esta nueva situación. Aunque él ya no estaba, me había dejado una semilla negra en mi cerebro, tan negra como el carbón. Sus ojos parecían mirarme mientras yo solo miraba a la calle que se trasformaba en un sendero grande y largo, donde yo parecía levitar como un fantasma. Las personas que allí se encontraban me llamaban por mi nombre. Yo apenas podía escucharles y menos seguir una conversación. Los medicamentos, durante estos años habían hecho mella en mí, pero por fin había salido a la calle.
Después de permanecer allí un rato contemplando las flores, los árboles curiosos parecieron mirarme a mí y saludarme. No vi a nadie conocido, al menos nadie por el que me apeteciera pararme a saludar.
Mis ojos eran de un negro intenso, como las botas que llevaba y el nuevo vestido que me había traído mi madre cuando salió de compras, sin mi, el día anterior. Nada encontraba bien por primera vez en mi vida. Todo había pasado en un segundo, así que me dispuse a volver a donde era mi guarida después de tantos años.
Tomé el pomo de la puerta. Estaba frio, tan frio como yo. Tenía alegría dentro de mi corazón por ver que empezaba una nueva etapa; sin medicaciones. Tenía que aceptar esta nueva vida. Era fácil de hacerlo, todo me llevaba a ello. Cogí el pomo de la puerta, metí la llave y volví a entrar a mi casa.
Ya dentro me vinieron miles de imágenes de la calle e intermitentes destellos de ideas; de qué hacer el próximo día. Me llegaban ideas de impotencia. Mañana no podrás conseguir salir. Así repetidamente. Yo no sabía qué pasaría mañana, pero el sonido del violín de un músico callejero recorría también mi pensamiento. Quién sabe, quizás volvería a volver a abrir esa puerta.
Beatriz Martín Navarro.
07/12/2019
DULCE LUNA Y DULCE PLATA.
Mi verbo
está dormido,
y lo agito y recojo
como el mar
de tus oficios.
Soy puta de profesión
y alemana por mi
fiereza y mis ojos
serpentean el sabor
de una sirena.
.
En el norte de tu
cama en el sur
de mi inconsciente,
borracha de amor
he perdido las bragas
y me pongo un tanga
de emoción cuando
veo tus miradas.
.
Soy noche astuta
felina, sin mácula
trasporto mis mariposas
hacia el norte de
tu cama en el sur
de una inconsciente
que pide dinero y
esperanza para tener
un trabajo digno.
Sin peligrar su persona
y es que esta chica
delgada, flaca de profesión
impresionista y tirana
es mi nombre pues
emoción de una pequeña
gitana que leo las
cartas de ayer para
ganarme unas palabras,
que repito con cincel
dulce luna y dulce plata.
.
Beatriz Martín Navarro.
PAPEL FINO.
Recreo tu
lenguaje, tu rubor,
tu epitafio,
solo en un mar
de lágrimas negras.
.
Recreo tu
sabor como el olor
que se mezcla.
En el sabor de tu
famosa espera.
.
Recreo tu
calor pues tu
sangre que se espesa.
Trae gotas de viento
en mi sabrosa espera.
.
Recreo tu
Calendario hecho
trizas en el selvático,
lugar donde conquiste
mi sonrisa.
En la caída que recrea
la noche de los que nacen
vivos y estrangula mi alma
en un papel fino.
Beatriz Martín Navarro.
SOMBRAS DE LUZ.
.
Te
recojo de mis cenizas
olvidadas
en el ocaso
de
los ángeles, que velan palabras,
lloro
el camino de mis sombras
y
velo en la noche enamorada.
.
Te
sentencio a una vida sin palabras
y
recojo mis ojos al nombrarte,
que
olvides en mis sombras la mañana
y las
tardes rompas rosas olvidadas.
.
Te
escribo en mis ojos los nuevos amaneceres,
en
las tardes que olvidan mis pétalos,
rosas
rojas de azahar,
libros
que velan palabras,
noches
ausentes,
emigrantes
que juegan a emigrar,
noches
que olvidan tu nombre
y
palabras que se olvidan en el aire…
.
Te
escribo cual cruel enlace
de
las sombras de aquel día,
que
no tiene presente ni futuro
que
descubre la noche en la lejanía
el
bello sueño de un día,
que
rompe lo más soñado
y que
juega en la mas honda lejanía…
Ese
sueño que no vela
sino
estrellas en la despedida.
.
Beatriz
Martín Navarro.
.
Impulsos
incontrolables. Cuerpos destrozados. Dedos rojos hurgando en sus
entrañas. Como destripando anhelos, ideas, sueños o utopías, hasta
el empoderamiento final de destinos truncados.
ISABEL CAVADINI
LAS EMOCIONES
Tenía miedo,
pues llegué a pensar que mi vida se iba a terminar en cualquier
momento. Solo siento balas que se cruzan en mi camino, balas
dolorosas que no puedo afrontar un día más, y no sé de qué manera
ni cómo puedo hacerles frente, no soy de metal, no estoy recubierta
de acero para evitar que me estén constantemente lanzando objetos
contra los que luchar.
El intentar
vivir es lo que quiero conseguir, el preocuparme por estar lo mejor
posible, rodeada de buenos amigos y amigas y poder dar lo mejor de
mí.
Aún recuerdo
cuando era más pequeña y me divertía con mis amigos. Como a todos,
como también en mi caso, nos vienen evocaciones desagradables. Pero
eso no significa que yo sea mala persona ni desee mal a nadie y, es
más, me encantaría poder sentir esa amistad que en su día perdí.
¿Cómo será
eso? Puede que con un poco
de seguridad y siempre acercándote con buenos propósitos. Creo que
esa postura es necesaria, porque la actitud de una persona lo dice
todo, y es muy importante valorarlo, no prejuzgarlo antes de saber
las acciones que pueda realizar.
No me considero
una persona prepotente, ni por el contrario, tampoco creo que los
demás vayan fastidiando sin ningún objetivo. No puedo dejar que me
afecte de esa manera, porque si no, nunca voy a poder salir del
agujero, y creo que ya va siendo hora de hacerle frente. No tiene
sentido que me disfrace de lo que no soy.
GLORIA ROSA
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